jueves, 2 de agosto de 2012

Mi olfato y experiencia docente no fallo.



Hoy Leandro es mi alumno, un niño que asiste al jardín desde que tenía 3 años Siempre me llamo la atención su comportamiento. En la iniciación y despedida de cada jornada de
trabajo lo observaba detenidamente.
Leandro nunca formaba con sus compañeros, no cantaba. Siempre se mantenía alejado del grupo
y de la experiencia. Era más bien un niño que siempre estaba aislado, tratando de llamar constantemente la atención.
Corría de un lado a otro, lloraba, se tiraba al piso. Todas las maestras tratando de hacer que Leandro se sumara a las actividades que el resto de los niños realizaba pero sus ganas y esfuerzos eran en vano.
Cuando Leandro estuvo en sala de 4 años, seguía igual. No permanecía en la sala, corría por
la galería, lloraba, daba revolcones en el piso, siempre estaba de mal humor ,las canciones las
acompañaba desde que comenzaban hasta que terminaban con un sonido que emitía ( “auuuuu”).
Las maestras solíamos decir… “ya empieza a aullar”.
 A menudo la maestra lo dejaba en la Dirección  aduciendo la imposibilidad de trabajar con el resto de la clase diciendo.. “Leandro no hace más que molestar y pegar a sus compañeros, arrastra las sillas, las mesas y  así no puedo dar clase”
La maestra de esta sala tampoco pudo con él.
El comportamiento de Leandro en  su paso por las salas de 3 y 4 años no era el más optimo, a mi modo de ver y, con todo esto que guardaba en mi recuerdos y memoria  continuamente me    preguntaba ¿Por qué no seria mío?,  y me decía… Quisiera tenerlo una semana! ...,  Siempre tuve la convicción  y certeza que este niño no hubiera llegado a tener tal comportamiento si yo hubiera sido su maestra.
Se acercaba el fin de año (sala de 4 años), esto significaba que Leandro el próximo año sería mi
alumno como tantas veces anhelé; pero esta vez ya no quería.¿ Habrá sido quizás, ver a mis colegas
que no pudieron revertir ninguna conducta en el?
Desde mi interior deseaba no ser ya su maestra, ya que existía la posibilidad de desempeñarme en
otra función y pensaba además que sería una buena forma de evitar este inconveniente.
Comenzaron las clases, llego el día en que debía hacerme cargo del nuevo grupo de alumnos al
cual Leandro pertenecía.
Recuerdo que al presentarme mi postura fue la de una maestra poco cariñosa o dulce, donde a cada momento resaltaba como debía comportarse los niños que llegaban a esta sala: “A esta sala vienen los niños  más grandes del jardín. Los que se portan bien los que atienden a la Srta., los que quieren aprender, los que no pelean.etc, etc. Si no tendrán que volver a la salita que han estado el año pasado. (Esta conducta adoptada fue solo al comienzo).Con todos estas condiciones, por llamarlo de alguna manera,  que yo había marcado para su permanencia en esta nueva sala, les pregunte si querían estar aquí o volver  a  donde estuvieron el año pasado, lo cual obtuve una respuesta unánime, espontanea y sobre todo segura “NO QUEREMOS VOLVER”. Esta respuesta hizo que propusiera a los niños armar un código de convivencia  para que la permanencia en el jardín y fundamentalmente en la sala sea lo más armoniosa y  placentera posible
A medida que trascurrían los días, note como el grupo iba adquiriendo hábitos de orden, respeto,
disposición al trabajo y especialmente Leandro que paso de ser un niño malhumorado, desobediente, con dificultades para socializar con sus compañeros, alejado de participar de diferentes experiencias grupales, a ser un niño alegre que se relaciona con sus compañeros, y participa de todas las actividades que se le propone; capaz de realizar sus tareas sin intervención de  de la maestra. En una palabra comenzó a disfrutar de la permanencia en el jardín con todo lo que ello implica (formar, cantar las canciones de saludos a las  banderas, al jardín, compartir y  participar de variadas experiencias de aprendizajes.
Al ver ese cambio en Leandro yo me sentí reconfortada con mi trabajo, con más fuerzas y  seguridad para seguir adelante y lograr los objetivos de ver un niño sociable, integrado y aceptado por  el  grupo de pares para realizar no solo algunas actividades, sino todas las que se desarrollan en el jardín.
Creo que la firmeza de mi voz, sumado a sostener mis decisiones, ordenes tales como, permanecer
en la formación, hacerle ver que debemos respetar los símbolos patrios, el no salir de la sala sin el
permiso de la maestra, mas hacer cumplir las pautas de convivencia fijadas en común acuerdo
fueron los recursos y estrategias adecuados que llevo al grupo y, especialmente  a  Leandro, a
cambiar de actitud, ya que siempre sostuve que mas allá de presentar cierta dificultad en el
desarrollo de su lenguaje,  era un niño al que le faltaba marcar los límites sin descuidar sus intereses.
Hoy puedo decir que él es un niño encantador, alegre, que tiene buena relación con las maestras y sus compañeros, que recibo palabras  de elogio de mis colegas por lograr que Leandro demuestre
bienestar, placer y esté  inserto a todas las actividades que se desarrollan en el jardín, logro que
se consiguió con la aceptación del uno por el otro ,el amor ,la paciencia , la firmeza para marcar  y
sostener aquellos limites  que quizás, él de alguna manera reclamaba y las maestras que tuvo no lo
supieron interpretar.

                                                                                                                   NANCY LUNA JUAREZ

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