Hoy Leandro es mi alumno, un niño
que asiste al jardín desde que tenía 3 años Siempre me llamo la atención su
comportamiento. En la iniciación y despedida de cada jornada de
Leandro nunca formaba con sus
compañeros, no cantaba. Siempre se mantenía alejado del grupo
y de la experiencia. Era más bien un
niño que siempre estaba aislado, tratando de llamar constantemente la atención.
Corría de un lado a otro, lloraba,
se tiraba al piso. Todas las maestras tratando de hacer que Leandro se sumara a
las actividades que el resto de los niños realizaba pero sus ganas y esfuerzos
eran en vano.
Cuando Leandro estuvo en sala de 4
años, seguía igual. No permanecía en la sala, corría por
la galería, lloraba, daba revolcones
en el piso, siempre estaba de mal humor ,las canciones las
acompañaba desde que comenzaban
hasta que terminaban con un sonido que emitía ( “auuuuu”).
Las maestras solíamos decir… “ya
empieza a aullar”.
A menudo la maestra lo dejaba en la
Dirección aduciendo la imposibilidad de
trabajar con el resto de la clase diciendo.. “Leandro no hace más que molestar y pegar a sus compañeros, arrastra
las sillas, las mesas y así no puedo dar
clase”
La maestra de esta sala tampoco pudo
con él.
El comportamiento de Leandro en su paso por las salas de 3 y 4 años no era el
más optimo, a mi modo de ver y, con todo esto que guardaba en mi recuerdos y
memoria continuamente me preguntaba ¿Por qué no seria mío?, y me decía… Quisiera tenerlo una semana!
..., Siempre tuve la convicción y certeza que este niño no hubiera llegado a
tener tal comportamiento si yo hubiera sido su maestra.
Se acercaba el fin de año (sala de 4
años), esto significaba que Leandro el próximo año sería mi
alumno como tantas veces anhelé;
pero esta vez ya no quería.¿ Habrá sido quizás, ver a mis colegas
que no pudieron revertir ninguna
conducta en el?
Desde mi interior deseaba no ser ya
su maestra, ya que existía la posibilidad de desempeñarme en
otra función y pensaba además que
sería una buena forma de evitar este inconveniente.
Comenzaron las clases, llego el día
en que debía hacerme cargo del nuevo grupo de alumnos al
cual Leandro pertenecía.
Recuerdo que al presentarme mi
postura fue la de una maestra poco cariñosa o dulce, donde a cada momento
resaltaba como debía comportarse los niños que llegaban a esta sala: “A esta
sala vienen los niños más grandes del
jardín. Los que se portan bien los que atienden a la Srta., los que quieren
aprender, los que no pelean.etc, etc. Si no tendrán que volver a la salita que
han estado el año pasado. (Esta conducta adoptada fue solo al comienzo).Con
todos estas condiciones, por llamarlo de alguna manera, que yo había marcado para su permanencia en
esta nueva sala, les pregunte si querían estar aquí o volver a
donde estuvieron el año pasado, lo cual obtuve una respuesta unánime,
espontanea y sobre todo segura “NO QUEREMOS VOLVER”. Esta respuesta hizo que
propusiera a los niños armar un código de convivencia para que la permanencia en el jardín y
fundamentalmente en la sala sea lo más armoniosa y placentera posible
A medida que trascurrían los días,
note como el grupo iba adquiriendo hábitos de orden, respeto,
disposición al trabajo y
especialmente Leandro que paso de ser un niño malhumorado, desobediente, con
dificultades para socializar con sus compañeros, alejado de participar de
diferentes experiencias grupales, a ser un niño alegre que se relaciona con sus
compañeros, y participa de todas las actividades que se le propone; capaz de
realizar sus tareas sin intervención de
de la maestra. En una palabra comenzó a disfrutar de la permanencia en
el jardín con todo lo que ello implica (formar, cantar las canciones de saludos
a las banderas, al jardín, compartir
y participar de variadas experiencias de
aprendizajes.
Al ver ese cambio en Leandro yo me
sentí reconfortada con mi trabajo, con más fuerzas y seguridad para seguir adelante y lograr los
objetivos de ver un niño sociable, integrado y aceptado por el
grupo de pares para realizar no solo algunas actividades, sino todas las
que se desarrollan en el jardín.
Creo que la firmeza de mi voz,
sumado a sostener mis decisiones, ordenes tales como, permanecer
en la formación, hacerle ver que
debemos respetar los símbolos patrios, el no salir de la sala sin el
permiso de la maestra, mas hacer
cumplir las pautas de convivencia fijadas en común acuerdo
fueron los recursos y estrategias
adecuados que llevo al grupo y, especialmente
a Leandro, a
cambiar de actitud, ya que siempre
sostuve que mas allá de presentar cierta dificultad en el
desarrollo de su lenguaje, era un niño al que le faltaba marcar los
límites sin descuidar sus intereses.
Hoy puedo decir que él es un niño
encantador, alegre, que tiene buena relación con las maestras y sus compañeros,
que recibo palabras de elogio de mis
colegas por lograr que Leandro demuestre
bienestar, placer y esté inserto a todas las actividades que se
desarrollan en el jardín, logro que
se consiguió con la aceptación del
uno por el otro ,el amor ,la paciencia , la firmeza para marcar y
sostener aquellos limites que quizás, él de alguna manera reclamaba y
las maestras que tuvo no lo
supieron interpretar.
NANCY LUNA JUAREZ
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