jueves, 4 de septiembre de 2008

La Odisea de Juntarnos

Las dificultades para sentarse a reflexionar



Si hay algo en esta actividad como coordinador que me costo horrores fue, y aún sigue siendo, lograr coordinar con los docentes día y hora para que juntos realicemos un taller de narrativas pedagógicas y sostener en el tiempo estos encuentros. Este relato intentará contar las mil y una peripecias que tuve que atravesar para armar los diferentes talleres con los que trabajé y continúo trabajando. Este relato también dará cuenta de las dificultades con las que debe atravesar el nuevo, joven e inexperto Coordinador para trabajar con docentes experimentados.
En mi breve camino he encontrado docentes de todo tipo, la fauna en este ámbito no es poco numerosa y es muy variada, quizás como en cualquier otro ámbito, pero como soy nuevo en esto me sorprendió la variedad no sólo de personalidades sino también de modos de llevar adelante la tarea docente. Desde los más comprometidos hasta los menos, de los soberbios hasta los modestos, de los solidarios a los egoístas, hay de todo. Me gustaría detenerme aquí pero me desviaría del punto que quiero tratar.
Lejos de actuar con soberbia, de ser irrespetuoso o mal educado traté siempre de poner la mejor cara, de ser amable, de tener paciencia y de poner la otra mejilla como buen cristiano que no soy. He sido cuidadoso en las palabras y he insistido una y otra vez con la necesidad de trabajar en espacios que permitan o faciliten la reflexión sobre la práctica.
Quizás noten en este relato un dejo de desquite, pero la verdad es que a la hora de pensar qué escribir o al evaluar este proceso no puedo dejar de pensar en todas la veces que me dejaron esperando, en la irregularidad en la asistencia, en la soberbia de alguno que directamente me entregó un escrito diciéndome “acá tenés, esta es una narrativa”, o en otros que ya todo lo saben y todo lo hicieron, o en las ganas de otros que no podían asistir por cuestiones de tiempo, etc.
Pero bueno, por algún lugar tenía que salir mi desesperación, bronca, angustia, ansiedad y creo que este puede ser un lugar para ello, un espacio para canalizar y un intento de reflexionar en voz alta.
Llegué nuevito, a mediados de Agosto de 2007 a la escuela Dr. José B Gorostiaga, una escuela normal superior ubicada en la provincia de Santiago del Estero en el Departamento de La Banda. Mi experiencia en la docencia era muy poca, sólo había trabajado en educación no formal, y caí en un monstruo que educa a más de dos mil alumnos en cuatro niveles y tres turnos. Era todo un desafío, y como a mi éstos me gustan, desde el primer día traté de encontrar intersticios para trabajar. No fue fácil y no lo es aún pero de a poco este CAIE va caminando y yo con él.
Luego de las capacitaciones, encuentros virtuales, preguntas, lecturas y repreguntas sobre el modo de llevar adelante esta línea de acción (narrativas pedagógicas) comencé a armar mi taller.
Fue todo cuesta arriba; yo era nuevo, estaba finalizando octubre cuando completé la lectura de los textos que nos habían entregado en el curso y de armar cómo se iba a desarrollar el taller. Los profesores ya pensaban cómo cerrar el año ¡y yo venia a pedirles que paren un poco la pelota!, ¡que se sienten a pensar!, ¡a escribir sobre sus quehaceres diarios en la escuela!, parecía una locura. También me acerqué a otras escuelas en las que impacta la Normal, pero allí no tuve cabida.
Para ser sincero no tuve éxito en la primera convocatoria; hice unos carteles muy lindos, los pegué por los lugares que los docentes transitan o se detienen a conversar, a tomar un café, etc. En ellos remarcaba que no hacía falta ser profesor de lengua y literatura, que era un espacio en el que todos podían participar; puse frases sugerentes acerca de que todos tienen algo que decir, que nadie mejor que ellos puede dar cuenta de qué es la educación, pero nada.
¡Claro! No me conocían y no es fácil abrirse, contar lo que uno piensa y siente a un desconocido. Es por esto que primero tuve que circular por la escuela, presentarme y ser presentado, necesitaba que ubicaran mi cara, después mi nombre y finalmente ambos hasta que por fin de a poco algunos profes fueron acercándose; interesados por la propuesta me preguntaban de qué se trataba, otros me contaban que ya habían tenido alguna experiencia en este sentido, y algunos vinieron con algo escrito; yo también fui invitando e incentivando a aquellos con quienes más confianza tenía. Este primer interés era alentador, veía que de a poco me reconocían, y se paraban a conversar conmigo en los pasillos, sentía que era posible realizar esta tarea.
El entusiasmo de a poco fue chocando contra la realidad; fui comprendiendo que no iba a ser tan sencillo. Eran muchos los profesores que demostraban interés pero pocos los dispuestos a narrar, todos los que se acercaban se morían de ganas pero ninguno podía, porque estaban trabajando, porque salían de trabajar y estaban cansados, porque tenían que irse a sus casas, porque tenían otras actividades o porque estaban en otros proyectos.
Estos desencuentros eran frustrantes pero no me detenían. Yo seguía invitando, insistiendo a los directivos para que generaran los espacios. Armé un power point para explicar teóricamente de dónde partían las narrativas pedagógicas, les entregaba relatos para que vieran de qué se trataba pero nada…
El tiempo me corría, se nos acercaba fin de año y no había logrado armar siquiera un grupo; yo era una bola inmensa de ansiedad a punto de estallar pero que no paraba de proponer.
A mediados de noviembre la Rectora de la escuela le pide a los docentes de nivel medio que para hacer su informe final utilicen un estilo narrativo y me invita a que les cuente de qué trataba eso con lo que yo insistía tanto. Le comuniqué que la posibilidad de hacer un informe anual a través de la narrativa pedagógica no era posible, al menos no para mi a esa altura del año y le sugerí que les iba a proponer que narraran alguna experiencia que durante el año los hubiera marcado.
Me presenté en el taller, lugar difícil si los hay, no se si será por los docentes que me tocaron en suerte o si serán todos así.
Armé un taller en el que rápidamente pudiera contarles de qué se trataba esta cuestión. Leímos algunas frases disparadoras que dieran cuenta del marco teórico, de la posición ideológica que tenía esta línea que volvía a plantear la importancia del rol del docente en el aula y de la necesidad de escuchar su voz. También leímos relatos de otros colegas para que tuvieran un ejemplo concreto de qué era lo que se pretendía con esta línea. Cuando les propuse una actividad ya era prácticamente hora de terminar y sentí que nada de lo que les había dicho les había interesado, es más, al salir, una profesora me dijo “esto ya lo hice en otro momento, tengo un montón de narrativas hechas” con mi mejor cara le sugerí que se acercara adonde yo estaba o que coordináramos para ver qué tenía, pero nada pude lograr con ella. Otros se fueron sin siquiera decir chau, eran los mismos que hablaban mientras yo trataba de explicar. Los invité a que siguiéramos con esta actividad, pero ni de parte de ellos ni de los directivos fui vuelto a llamar.
Otra vez frustrado me fui pensando cómo podía hacer para que este taller funcionara, para que les interesara la propuesta.
Al otro día una profesora de EGB3, muy tímidamente se acercó y me dijo: “mira, yo escribí esto, fíjáte si puede servir” Intenté invitarla a que armáramos un grupo para trabajar, pero ella no quiso y me dejo su relato.
No era lo que soñaba, pero era un paso, ¡había un relato sobre el que trabajar! ¡y una profesora interesada!. Con esta profesora fuimos trabajando, leyendo y releyendo, corrigiendo una y otra vez hasta que finalmente publicó su narrativa que para mi gusto quedó buenísima, se llama: “¡Bingo! ¿En la hora de matemáticas?”.
Este fue el puntapié inicial, luego de ello me propusieron que hiciéramos un taller con alumnas de residencia, este taller se desarrolló sin problemas, al menos en cuanto a la asistencia y continuidad, tema que ocupa el centro de este relato, pero había graves problemas expresivos, ortográficos, de redacción, pero nada de eso pudo detener la actividad, fueron escollos que superamos.
Éramos 8 alumnas y yo, y como era obligatorio para ellas hacerlo, porque entraba como parte de su cursada, vinieron a todos los talleres. Nos reunimos más de una vez por semana y de allí salieron seis relatos que les sirvieron a estas alumnas para aprobar su materia. Los trabajos fueron leídos en una jornada de evaluación ante la profesora de residencia, la regente del nivel terciario y la rectora; ellas quedaron muy conformes con el trabajo realizado.
Si bien era buenísimo estar trabajando con ellas porque sentía que era posible dictar el taller y que podía hacerlo, no era lo que el equipo LPP me pedía, necesitaba trabajar con docentes y ésta era una tarea más que complicada.
Podría decir que noviembre fue el mes en el que comencé con todo porque al mismo tiempo que trabajaba con la profesora de matemáticas y con las residentes pude armar un grupo conformado por docentes de nivel terciario y de inicial, también me animé a dar una charla en una localidad del interior de Santiago llamada Pinto y como veía que el tiempo era un factor que jugaba en contra de los docentes decidí llamar a docentes jubilados que supuestamente disponen de tiempo.
El viaje a Pinto fue sólo de un día. Aprovechando una jornada docente trabajé con un grupo de maestros durante toda la mañana y parte de la tarde; les conté de qué se trataba, leímos frases y relatos, y luego para terminar les pedí que armaran grupos de tres o cuatro, y que buscaran en su memoria alguna experiencia para contar, se la contaran a sus compañeros y luego que la redactaran en un breve relato como para presentar al final de la jornada, momento en el que se hacía la puesta de todos los talleres.
La actividad salió buenísima teniendo en cuenta el poco tiempo de trabajo. Les dejé mi teléfono, mi dirección de correo para que sigamos trabajando aunque mas no sea on-line pero esto no pudo ser, muchos no sabían utilizar la computadora, otros ni siquiera tenían y lamentablemente esas experiencias riquísimas de docentes que trabajan con plurigrado, en escuelas rurales, de personal único, escuelas a las que deben acceder en bote o en balsa quedaron sin poder ser contadas, al menos de este modo.En ellos había ganas y capacidad pero no medios. Y yo no podía hacer nada.
Si bien no pude continuar con esta experiencia, mi paso por allí quedó grabado en mi mente; sentí al escucharlos que estos profes eran patriotas, que pese a la adversidades que a más de uno de nosotros nos harían claudicar, ellos continuaban trabajando.

Volviendo a la Normal Banda, así se la llama comúnmente a esta escuela en que trabajo, me disponía a trabajar con este pequeño grupo de docentes.
Al primer encuentro vinieron cuatro, al segundo tres; feriado en el medio, jornadas de cierre, evaluaciones y correcciones hicieron que sólo pudiéramos juntarnos dos veces y comentar de modo verbal sus experiencias. El fin de año nos tomó sin haber escrito una palabra. Aquí también había experiencias ricas para contar.
Con las docentes jubiladas, hablé a más o menos veinte, y con cada una que pude hablar me tuvo un buen rato en el teléfono contándome cosas de su vida o de su paso por la escuela, de su situación actual, de sus nietos...Fue raro, yo sentía que ellas podían aportar mucho por su basta experiencia en la materia, pero no todas sentían lo mismo; yo las motivaba pero no obstante estaban quienes tenían tantas actividades que no podía asistir, quienes por su enfermedad o su estado de ánimo no querían hacerlo y las otras, sólo dos, que se acercaron con la intención de participar pero el número reducido de concurrentes y la altura del año jugaron en contra.
El balance de ese año (2007) no fue malo después de todo, logré que la profesora de matemáticas se enganchara con la propuesta y que las alumnas residentes terminaran con sus relatos; arme un grupo que prometía para el año entrante y la posibilidad de que nuevos profes se sumaran, más los docentes jubilados, que prometían un auspicioso 2008.
Pero la cosa no comenzó color de rosas.
El año pasado me había agarrado el fin de año y ahora el problema era el comienzo del mismo: la organización de los talleres para los ingresantes, la planificación, la fiaca de las vacaciones, el calor…en fin otra vez la historia se repetía. Recién en marzo pude retomar con las narrativas.
Hablé con la profe de matemáticas, terminamos y subimos su relato. Y como con los profes no podía contar aún, armé un blog para poder subir las narrativas de todos los docentes santiagueños.
Nuevamente los cartelitos pegados por todos lados invitando a narrar, di charlas contando de qué se trataba a docentes de nivel inicial y EGB 1 pero pese al entusiasmo que demostraban a la hora de anotarse o concurrir a los talleres, nadie aparecía. Yo me preguntaba a qué se debía pero la verdad, sigo sin saber.
Marzo, Abril y Mayo giraron en torno a corregir mi relato, el de la profe de matemáticas y el blog. Era imposible coordinar con los profesores, otra vez la ansiedad, la impotencia y la frustración. Pese a haber pedido un espacio para contarle a los docentes de qué se trataba el CAIE, y dentro de él las narrativas, sólo pude lograrlo una vez como conté más arriba.
Recién en junio, después de hablar mil quinientas veces con cada uno de los profes que el año pasado habían dejado el curso a medio camino pudimos acordar un día de reunión. Jueves 19 hs. Sólo vino uno de los que habían prometido hacerlo: Miguel, que venia de viajar más de media hora para hacer el taller. Sentí vergüenza, le pedí mil disculpas y decidimos juntos esperar a la otra semana para juntarnos, mientras tanto yo seguiría insistiendo, conversando con las profesoras que habían prometido venir y no lo habían hecho.
Cuando en la semana hablé con los profes pusieron mil excusas, que les había salido un trabajo urgente, que tenían que cuidar a sus hijos, que tenían clase, etc. Yo los comprendía pero no podía entender cómo en la era de las comunicaciones no me habían podido avisar; por momentos creía que me habían dicho que sí de compromiso pero tampoco entiendo por qué.
Por el mes de mayo tuve la posibilidad de visitar, en el marco de una jornada provincial, una escuela en la que algunos alumnos del Profesorado hacen su práctica y residencia. Allí presenté el CAIE y los invité a que se sumen al proyecto de narrativas. A principios de junio me llamaron por teléfono diciéndome que querían hacer el taller de narrativas; muy calmadamente las invité para que se acercarán el jueves 5 de junio a las 19 hs. Cuando corté con la maestra que me llamó salté de alegría; me dije a mi mismo ¡por fin! Y pensé en armar un grupo con estas docentes y los docentes de esta escuela que me habían dejado clavado hacía muy poco. Creí que sería interesante para todos.
Al mismo tiempo comenzaron a acercarse profesores del nivel terciario y acordé, con los que no podían venir los jueves, juntarnos primero los lunes a las seis, horario al que se comprometieron a concurrir tres profesoras y sólo asistió una. Vaya uno a saber por qué. A esa altura del partido ya ni les pregunté por qué fallaron; creo que con una semana de anticipo tuvieron tiempo suficiente para avisar y planificar sus vidas.
Otro profesor me sugirió que él podía venir y tenía ganas pero no podía los lunes por lo que quedamos los martes a las 20 hs, Con este grupo, integrado por dos profesoras y un profesor, sólo pudimos juntarnos una vez puesto que a la reunión siguiente comenzaban los talleres integradores. Y ahora que ya terminaron los talleres nos encontramos a punto de entrar al receso de mitad de año. Pero no vayan a creer que no intenté que nos juntáramos otro día, en otro lugar, a otra hora, al menos para tener una tarea en al que pensar en el receso….pero nada….
Espero que podamos retomar cuando vuelvan de las vacaciones.

Volvamos el tiempo atrás.: les había contado que armé un taller con docentes de dos escuelas, ésta en la que trabajo y otra que se llama Martín de Güemes, y que habíamos quedado en juntarnos el jueves 5 a las siete de la tarde.
Llegó el jueves, yo estaba en la escuela desde las cinco de la tarde cuando a eso de las 18:30 me llega un mensaje de un profe que no podía venir. Bueno, me dije, esperaré un rato más, seguramente llegarán los otros; no se por qué pero la esperanza continuaba allí. Se hicieron las siete, las siete y cuarto y nada. Enojado con el mundo docente comencé a cerrar la sala y cuando estaba saliendo aparecieron cinco docentes de la escuela Martín de Güemes, que al ver que salía me dijeron: “¿lo dejamos para otro día?” “¡Nooo...!”, les dije, “pasen”. Prendí las luces y les comenté de qué trataba la propuesta. Leímos dos relatos y se fueron con la promesa de volver el próximo jueves a la misma hora. Nunca volvieron ni llamaron; yo sí lo hice, quería asegurarme de que no me dejaran clavado y de esa manera poder organizar otra actividad; no respondieron nunca la llamada.
Con ellos recién me volví a juntar el día 26 invitado pro la directora de la escuela a dar un taller sobre pedagogía de la imagen. Al verlas no les dije nada y di el taller como si nada, sola una de las docentes se acercó a decirme que no habían podido ir, que habían tenido no se qué actividad, pero que sí estaban interesadas en participar.
Pese a estar cansado, recontra cansado, de la irregularidad, la falta de responsabilidad y de respeto por el tiempo ajeno, no bajé los brazos y revisé mis propuestas, el modo en que invitaba; le pedí consejos a algunos profes amigos.
A fines de junio, para ser exacto el 30, y por propuesta de una tallerista, comenzamos un taller de narrativas pedagógicas con maestras de 7mo grado más la tallerista. A esa reunión vinieron ocho docentes; leímos, también les conté de qué se trataba, armamos la actividad para la semana siguiente y nos fuimos todos contentos.
Pueden creer que soy un crédulo, y tal vez tengan razón, pero yo estaba seguro de que este grupo sí iba a poder ser constante, pero no lo fue….
Lunes 7 de julio, esta vez éramos cinco, no vino la tallerista ni otras 2 docentes, además se sumó un profe nuevo y otra docente se fue a otra escuela.
Pese a las ausencias, tres de los asistentes trajeron su “tarea” hecha. La consigna era la misma que había propuesto a los otros grupos. Pensar en alguna experiencia significativa que los hubiera marcado, en los actores que habían intervenido en ella y de ser posible en el titulo que le pondrían; propuse pensar en más de una.
Trabajamos con el relato de cada una; una profe hizo de anotadora mientras los otros preguntamos y repreguntamos. Ellas sí se fueron con una actividad para las vacaciones, y quienes no la habían traído quedaron en traerla para el próximo encuentro que espero se realice. Comprenderán mis dudas.

No sería justo si les contara que fue ingrata en todo momento esta experiencia. Pese a los desencuentros y la falta de continuidad de muchos para mi fue enriquecedor escuchar cada relato, cada pregunta, cada comentario. Fue experimentar en vivo y en directo aquello que había leído en la capacitación y en los materiales de lectura.
Me sentí cómodo trabajando con docentes, reflexionando con ellos y pensando sobre la actividad. Me sentí feliz al ver un relato terminado, colgado en Internet, aprobado por los docentes, que al leerlo en Internet me comentaban lo bueno que había estado tal relato. Me sentí feliz al saber que los materiales que habíamos producido los estaban utilizando para trabajar con alumnos y que en este cuatrimestre que entra los van a volver a utilizar.
No se todavía a qué se debió la irregularidad y la falta de compromiso, pero seguramente tenga yo parte en esa responsabilidad por no saber gestionar espacios que les permitieran trabajar sin estar pensando que abandonaban otra tarea por ésta.
Es difícil detenerse a pensar en lo que uno hace, revisar las prácticas que uno da por válidas, recordar experiencias enriquecedoras pero duras a la vez; uno lo puede entender. Pero creo que lo más difícil es pensar, pensar, y corregir lo que uno hace día a día.
En tiempos de andar corriendo de aquí para allá, de la casa a la escuela y de una escuela a la otra, de mil horas trabajando, en tiempos de llame ya, de todo es ahora, de resultados inmediatos, presentar una propuesta de mediano plazo puede ser vista como un escollo. Es más sencillo poner piloto automático y seguir adelante.
Después de años de prácticas silenciadoras es complicado convocar a las voces.

Lic. Pablo A. Panosetti
Coordinador CAIE
ENS Dr. José B Gorostiaga

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