.El año pasado, más exactamente una mañana de agosto, salí a buscar algún material que me permitiera incursionar en nuevos abordajes respecto, del surgimiento de la educación pública como resultado de los dos procesos históricos que le dieron origen: la revolución francesa y la revolución industrial, Buscaba para eso la película María Antonieta, dirigida por Sofía Coppola, estrenada en Enero. Con ese relato fílmico, casi una pintura de época transitaría las imágenes de la corte de Versalles, antes de la revolución francesa.
Fui a uno de los puestos callejeros en lo que se puede comprar estrenos a muy bajo costo. Había tres chicos muy jóvenes- casi de la edad de mis estudiantes- atendiendo entre ritmos de guaracha en el umbral sucio de un negocio cerrado. ¿Tienes María Antonieta? le pregunté a uno de ellos. No – me contestó- De María Antonieta de las Nieves no tengo nada. Tenía de El chavo, pero de la chilindrina, nada… No – le contesté- no, no busco una película de María Antonieta de las Nieves- y el muchachito me contestó: Es la única que yo conozco Doña.
Su respuesta me dejó una sensación de desazón, tal vez porque dibujó en un solo trazo, el horizonte que este país, ha reservado para tantos jóvenes que como este vendedor hacen la diaria. Tal vez por eso, su respuesta me llevó nuevamente a los tiempos de mi secundaria, a los que he vuelto recurrentemente en los últimos años.
De aquellos días recuerdo el universo que descubrí en las lecturas de los clásicos de la literatura como Don Quijote, El lazarillo de Tormes, y Fuenteovejuna, o en las páginas de Amalia, o del Martín Fierro. De aquellos años recuerdo cuanto disfrutaba memorizar los poemas de Neruda, de Alfonsina Storni o las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, y el interminable contrapunto que hacía con mi hermana de los poemas aprendidos en la escuela.
De aquel tiempo, no olvido tampoco la fascinación con la que recorría la historia de las disputas palaciegas en la época de Los Borgia o de Los Tudor, la revolución francesa, las rivalidades entre jacobinos y girondinos, la toma de La Bastilla, las figuras de Robespierre, de Danton, la historia de María Antonieta y de Luis XVI, de Felipe el hermoso y de Juana la loca, o la historia de la conquista y colonización de América, las gestas independentistas, las luchas fraticidas entre unitarios y federales, la organización nacional y tantos otros temas.
Años después en mí formación como profesora y desde un distanciamiento diferente, pude resignificar las linealidades fácticas en las que se inscribieron esos relatos, como expresiones de una perspectiva historiográfica liberal y profundamente eurocéntrica. También las exposiciones que desde sus tarimas hacían los profesores sobre temas de historia antigua, medieval, o argentina y que yo seguía con tanta atención, quedaron definidas en otras coordenadas como expresiones del estigmatizado modelo tradicional. Sin embargo, en estos últimos años he revalorizado aquellos caminos que sólo la escuela descubrió para mí, cuando a comienzos de los setenta hice mi secundaria.
Tal vez por eso seguí pensando en la respuesta de aquel vendedor que acompañó mi búsqueda para devolverme nuevamente a las aulas, pero no solo a las de mi secundaria, sino también a las de estos últimos años cuando, la escuela empezó a convertirse en este difícil andarivel que hay que construir diariamente, y a veces a la intemperie pero que permite todavía, trascender la experiencia cotidiana, y saber que María Antonieta de las Nieves, no es la única María Antonieta que podemos conocer.
Ese andarivel hecho de precarios andamios que podrán o no, hacer la diferencia entre un joven que se forma para ser maestro, contestando a las mismas preguntas y este vendedor.
Me quedé pensando en esa respuesta: “Es la única que yo conozco Doña”, porque paradójicamente también ella, María Antonieta los tiempos en que vivió, la suerte que corrió y las razones de su muerte, fuertemente ligadas a la revolución francesa, son también desconocidas por muchos de los estudiantes que ingresaron en estos últimos años al Profesorado. ¿Se expresa allí la filiación de estos jóvenes con la reforma de los noventa, que en una suerte de descuidismo educativo les arrebató, sin que pudieran oponer resistencia o al menos darse cuenta, aquellas posibilidades que yo tuve?
Me preguntaba esto mientras recordaba que fue a principios de los noventa cuando comencé a desempeñarme como profesora en el Profesorado de la Escuela Normal de La Banda.
La realidad en las aulas era sensiblemente diferente a la que encuentro hoy, además por aquellos años la escuela pertenecía a la Nación y por esa razón pudimos contar con el proyecto Maestros de Educación Básica(MEB) y a principios de los noventa, con el Proyecto de Transformación docente,(P.T.F.D.) De nuevo la escuela – ya no aquella en la que hice mi secundaria- sino esta en la que sigo trabajando me ofrecía la posibilidad de seguir aprendiendo, pero ahora desde mi condición de enseñante, en espacios compartidos con profesoras de otras disciplinas.
De aquellos, mis primeros años como profesora, recuerdo que quienes ingresaban contaban con habilidades de pensamiento, de comprensión, no demasiado diferentes a las mías luego de haber concluido el secundario.
Hoy las cosas son diferentes…Recuerdo que el año pasado –por ejemplo- antes de un práctico sobre la organización nacional, en el que los estudiantes tenían que dar cuenta de los escenarios sociales políticos, y de las tensiones y conflictos que recorrieron las etapas previas a este período, uno de los ellos, mucho mayor que el resto, que había terminado su secundaria a fines de los ochenta y a quien los temas vinculados a la historia argentina no le resultaban desconocidos me dijo: Profe: Tal vez sea conveniente detenerse un poco más en estos temas… ¿Más? –pensaba yo entre mí- mientras pasaba revista mentalmente a los temas que hacen al módulo de Sistema Educativo: Ley 1420, Congreso Pedagógico, Ley Lainez, etc.
Bueno, -le dije- lo podría considerar, pero ¿Por qué te parece que tenemos que suspender el práctico? Profe: Algunos compañeros están preguntando: ¿Cuando fue presidente Martín Fierro? Y ¿Si gobernó antes o después que Mitre, Sarmiento y Avellaneda? Si no fuera por las implicancias resultaría cómico. Pero, ¿Con que tenía que ver esta confusión? En clase además de los textos específicos relativos al tema, les había sugerido la lectura del Martín Fierro, para que en clave literaria pudieran explorar la suerte del gauchaje en esos tiempos. La desopilante pregunta reveló que para algunos, la diferencia entre un personaje literario y una lectura histórica, les era absolutamente ajena. Estas y otras situaciones revelaron además que el conocimiento histórico pareciera hecho de fogonazos más ligados a los actos escolares que a complejas tramas de sentidos, susceptibles de reconstrucciones diferentes.
Cuando encuentro estas respuestas, vuelvo – como en la canción de Silvio Rodríguez- mi corazón a Casiopea y me pregunto ¿Dónde están los responsables de esta jibarización simbólica?
De aquellos primeros años también recuerdo que recuperar algunas cuestiones históricas no suponía este esfuerzo de arqueóloga sin subsidio en busca de la ciudad pérdida, que tengo que hacer hoy para encontrar algún anclaje, algún resto de comprensión más o menos firme, que me permita avanzar. Digo esto porque quince años atrás, el conocimiento histórico no constituía un hallazgo, y esto se daba independientemente del hecho de que quienes ingresaban al profesorado, provenían de diferentes escuelas de La Banda.
Es así que decidí proponer un nuevo recorrido, pero las musas, como a veces las políticas de estado, parecieran no inspirar la resolución de los dilemas pedagógicos con los que nos enfrentamos en las aulas. Por suerte estaban para sortear el escollo, nuestras horas de capacitación y el tiempo indispensable para indagar en las producciones de Felipe Pigna, que en uno de los capítulos de “Algo habrán hecho”, contextualiza históricamente la aparición del libro de José Hernández, y para acordar con la Profe de lengua y literatura un trabajo en base a la película que fuera un clásico del cine argentino. También sirvieron algunos programas sobre la cuestión de la organización nacional del canal Encuentro, que en los hechos se transforma a veces en un desencuentro, porque las video reproductoras de la escuela, hace mucho tiempo dejaron de acompañarnos y la televisión por cable todavía es un anhelo.
Sin embargo, ningún abordaje es fácil, las sombras de los noventa son tan largas como las noches de la Antártida, y se perpetúan más allá del tiempo que las vio nacer, agigantadas envuelven todo y avanzan tocando hasta la posibilidad misma de leer comprensivamente un párrafo. Digo esto porque veinte años atrás nadie me preguntaba como buscar en el diccionario la palabra “statu quo” planteando que solo había encontrado estatus en el diccionario y no lograba dar con quo ¿será que la pauperización simbólica me sorprenderá con esa contundencia todos los días? Creo que sí, porque en los últimos años, las lecturas, y la posibilidad de interpretar textos con algún nivel de complejidad implican el esfuerzo en muchos casos, de remitirlos a situaciones concretas, próximas, más ligadas a la inmediatez de la propia experiencia, que a la posibilidad de distanciamiento, inherente al pensamiento abstracto.
Sin embargo, a diferencia de los que ocurría hace casi veinte años cuando me iniciaba como profesora, hoy contamos con las nuevas tecnologías, las TIC – tan caras al discurso pedagógico vigente- que podrían tal vez, permitir a estos jóvenes que ingresan al Profesorado, la fascinación con la que yo solía escuchar a mis profesores, podrían tal vez despertar el afán de explorar los pliegues que guarda la comprensión de los tiempos que les toca vivir, aunque mientras escribo esto más de treinta computadoras permanecen en sus cajas guardando con ellas la posibilitad de habilitar recorridos que podrían deslumbrarlos, y que serían indispensables para estos jóvenes que se forman para maestros…Estos jóvenes que mayoritariamente son mitad estudiantes, mitad laburantes que como aquel vendedor hacen la diaria, pero ingresan al profesorado creyendo que la escuela reserva para ellos, otras posibilidades.
Entonces todos los días con la perseverancia de una artesana en medio de la ventisca despliego el lienzo, de aquellos temas que tengo que caminar con ellos buscando en sus ojos los destellos del interés que impulsará otras búsquedas, las que ya no harán conmigo, las que seguramente no tendré que andamiar. Por eso seguí caminado hasta que di finalmente con María Antonieta, porque en la tenacidad, algunos de nosotros somos como Atreyu, el personaje de La historia sin fin sabemos que la Nada está detrás devorando los sueños, y el paisaje.
Es claro que aún no ha salido el sol que disipe las sombras largas de los noventa, sé también que la escuela sigue siendo ese lugar que le pone distancias a la Nada, el que habilita la posibilidad de la metáfora, de la literatura, de la historia, y la humana posibilidad del pensamiento.
Es cierto que hay días en que arrecia la ventisca, pero la escuela desde los precarios andamios que con perseverancia construimos muchos de nosotros, les ofrece a estos jóvenes la posibilidad de comprenderse como sujetos históricos. No basta con la tenacidad es cierto, esa posibilidad o su ausencia, se define más allá de las aulas y de las escuelas, se define además en los espacios de las decisiones y de las intencionalidades políticas, en las que la democratización y el valor del conocimiento pueden o no constituir el norte que tenemos que seguir, que por el momento no pareciera estar a la vuelta de la esquina, aunque en la escuela haya quienes sigan considerando que ese es el sentido de los esfuerzos cotidianos. Esto lo confirmó el cartero que como era de esperar, llamó dos veces. La primera vez fue a principios de los noventa cuando nos trajo la noticia de la transferencia y del Ministerio sin escuelas, para tener una educación a la altura de los tiempos. La semana pasada llamó por segunda vez, para traernos la increíble noticia de que con la reestructuración de la formación docente perderíamos buena parte de las horas que no están destinadas al dictado de las clases, aunque paradójicamente los hijos de la reforma estarán el año próximo nuevamente en las aulas y frente a nosotros. Pienso en esto, cuando entro a la escuela y advierto que la humedad, como las largas sombras de los noventa, sigue avanzando en sus deterioradas paredes. Es entonces cuando recuerdo a Mahmud Darwich, el poeta palestino que en la descomunal humanidad que regalaban sus versos parece describir también nuestros escenarios cotidianos, cuando decía: Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso/ y las fauces del tiempo, junto a huertos de sombras arrancadas, /hacemos lo que hacen los prisioneros, /lo que hacen los desempleados: Alimentamos la esperanza
Docente autora: Prof. Liliana Belkis Monzón
Lic. Cs. de la Educ /Especialista en Inv Educativa
Localidad: La Banda – Sgo. Del Estero
Coordinador CAIE: Pablo Panosetti
1 comentario:
bueeeena Pablo. Buen blog
Publicar un comentario